Recopilamos aquí los artículos de nuestros compañeros de Podemos Celtiberia. Todos son mapeos de una situación agónica para la que se apuntan también las soluciones según el argumentario que podéis seguir en este blog.
Un
Mundo Rural Vivo para un futuro de Equilibrio.
Tribuna de Opinión. Diario La
Rioja. 27.12.2015
El Mundo Rural riojano
tiene futuro, pero para revertir el proceso actuar hay que tomar medidas
estructurales y cambios de modelo productivo que lo equiparen en calidad de
vida y en derechos y oportunidades al mundo urbano.
La situación del Mundo
Rural de La Rioja es similar a la de la España Rural Interior, en que nuestra
región se encuentra inserta. Con graves problemas de despoblación, de
oportunidades y servicios, el Mundo Rural riojano agoniza perdiendo población
año tras año sin que el Partido Popular –en el gobierno regional desde hace ya
más de 20 años- haya puesto en marcha medidas encaminadas a revertir la
situación actual. Todo lo contrario, ha utilizado nuestros pueblos como feudos
y las herramientas económicas procedentes de fondos europeos como la PAC o el
programa LEADER para comprar voluntades políticas creando una red clientelar, a
base de frontones y piscinas, con la que intentar perpetuarse en el poder, al
tiempo que concentrar espacios y explotaciones en manos de cada vez menos
propietarios.
El Mundo Rural riojano
tiene futuro, pero para revertir el proceso actual hay que tomar medidas
estructurales y cambios de modelo productivo que lo conviertan en un espacio en
el que la calidad de vida y la igualdad de derechos y oportunidades con
respecto al mundo urbano sean semejantes.
Debe acabarse con
políticas cortoplacistas que se han demostrado inoperantes y generar de
inmediato un tejido de servicios básicos para los pobladores rurales, presentes
y futuros, con medidas urgentes como asegurar el acceso a las tecnologías de
comunicación exigiendo a las operadoras dotar de cobertura a nuestros pueblos,
no sólo para hacer posibles iniciativas empresariales, de autoempleo o
teletrabajo, sino para normalizar las posibilidades de relación de las gentes
del Mundo Rural en un mundo globalizado.
Hay que asegurar el
bienestar de nuestros mayores mediante una asistencia suficiente y la creación
de Residencias insertas en el propio Mundo Rural evitando que deban abandonar
su entorno con el desarraigo que supone en el ciclo final de la vida. La
Residencia de Torrecilla en Cameros es una promesa largamente incumplida por el
gobierno del Partido Popular e imprescindible para comenzar la normalización de
la situación de nuestros Cameros.
Los recortes en los
servicios a las personas dependientes generan una situación de extrema
gravedad; este derecho debe de dotarse adecuadamente para proporcionar una
atención suficiente y promover que muchos de estos servicios puedan prestarse
por los mismos habitantes de los pueblos. Asimismo, el derecho a la salud
implica que se implemente un sistema itinerante de servicios médicos
especializados como pediatría o geriatría descargando de la prestación de
servicios solidarios a familiares y vecinos que se ven obligados a transportar
a los enfermos a los centros de referencia.
En nuestros pueblos,
especialmente en los de media y alta montaña, deben mantenerse las escuelas
rurales y procurar la estabilidad en el puesto de los maestros rurales evitando
que cambien de ubicación prácticamente cada año de forma que se genere
estabilidad educativa y social.
Y para que estas
medidas, y otras, de carácter estructural sean efectivas, es necesario un
cambio de modelo productivo y normativo basado en la agroganadería ecológica,
el turismo rural sostenible en el que las ayudas estén ligadas a habitar en los
pueblos, facilitar las normas higiénico sanitarias para fomentar, sin
detrimento de las garantías para los consumidores, los proyectos de
transformación en origen de productos agroalimentarios, impulsar el consumo de
productos locales, etc.
Debe impulsarse un
nuevo modelo energético basado en energías renovables, en el autoabastecimiento
(como por ejemplo para las comunidades de regantes) mediante el aprovechamiento
sostenible de los recursos energéticos del Mundo Rural.
A nivel medioambiental,
debe reconocerse de forma efectiva –y económica- el servicio que el campo
presta a las ciudades como proveedor del agua, como espacio en el que se
limpian los cielos contaminados gracias al mantenimiento de la masa forestal, o
como lugar de esparcimiento y relax para los pobladores urbanos.
En 2007 y con el PSOE
en el gobierno de la nación, vio la luz la Ley de Desarrollo Sostenible del
Mundo Rural, pero los socialistas no tuvieron voluntad de aplicarla siendo una
base suficiente para iniciar un proceso de revitalización del Mundo Rural. Su
aplicación debería ser el primer paso.
Pero nada de esto, y
muchos otros elementos imposibles de desarrollar en estas breves líneas, son
posibles sin que los gobiernos locales (ayuntamientos), las comarcas y
mancomunidades tengan la capacidad suficiente para gestionar sus propios recursos
y abordar sus problemas.
La Ley Montoro de 2013 (Ley de
Sostenibilidad y Racionalización de la Administración Local) supone una agresión a la autonomía
de los ayuntamientos -amparada y promovida por la Constitución del 78-,
impidiéndoles una adecuada prestación de servicios y sometiéndolos a la
dependencia económica (y por tanto política) de los poderes supramunicipales.
Y si ya la situación es
ya grave, los pequeños ayuntamientos podrían desaparecer si se llevara a cabo
la propuesta del partido Ciudadanos de eliminar o fusionar los ayuntamientos de
municipios menores de 5.000 habitantes.
No habrá un futuro de
equilibrio social o económico sin un Mundo Rural Vivo y es urgente que
cambiemos las políticas y a los políticos que lo han llevado a la situación
actual.
Miguel Reinares
Coordinador del Área de Mundo Rural de Podemos La Rioja
Ha
llegado la hora de abordar la cuestión rural, que es también saldar una deuda
con nuestros orígenes abandonados. Fuimos un país rural hasta que con el Plan
de Estabilización (1959) el franquismo decidió desquitarse de la autarquía y
desbocar el caballo desarrollista para beneficio de unos (los urbanitas Polos
de Promoción y Desarrollo) y sacrificio de otros (los pueblos que cedieron con
sus jóvenes su futuro). La industrialización galopante se hizo a costa de
vaciar los recursos rurales, humanos sobre todo, llegándose a construir un
imaginario peyorativo -el paleto, el pueblerino- que alcanza hasta hoy. El
régimen del 78 no estuvo a la altura, continuando esas políticas y agrandando la
brecha entre el campo y la ciudad.
Hoy
el Mundo Rural agoniza, la despoblación y el envejecimiento son los síntomas
más acuciantes, en su costado más vulnerable, la España Rural Interior, aunque
esto es extensible en nuestro país a casi todo el medio rural. Las tierras
donde se ubicaba la antigua Celtiberia tienen, de hecho, menos densidad
demográfica que Laponia: 7 habitantes por km2. No es una situación
inexorable, es reversible si actuamos con urgencia: el problema tiene origen
sociopolítico y también política es la solución. Estamos todavía a punto de
cambiar esa inercia, si bien necesitamos toda la voluntad política y todos los
instrumentos para conseguirlo. Disponemos ya de un magnífico marco jurídico
aprobado y no aplicado (la Ley
45/2007, de 13 de diciembre, para el Desarrollo Sostenible del
Medio Rural, complementada con el Real
Decreto 752/2010, de 4 de junio). Allí está el diagnóstico, allí
se apela a atajar estos males desde las comarcas, un marco territorial mucho
más próximo y natural que evita los neocentralismos provinciales y autonómicos;
desde esa proximidad se pueden acometer con éxito las urgentes y necesarias
medidas que la citada ley sugiere y que están siendo completadas desde muchos
foros ciudadanos concienciados del medio rural.
El
mundo rural ha cambiado mucho desde el arquetipo desarrollista de Paco Martínez
Soria. El sector agropecuario sigue teniendo peso económico, pero sus
habitantes desempeñan ocupaciones transversales en varios sectores; es un
ámbito heterogéneo, holístico, rico y todavía con gente joven que apuesta por
buscar aquí un sustento y una calidad de vida que el Estado se resiste a
otorgarles (pagan los mismos impuestos pero no gozan del mismo nivel de
servicios). Allí está la despensa y el pulmón del país, las reservas hídricas y
el ocio vacacional de muchos urbanitas, pero los transportes pasan a velocidad
del AVE y las líneas de Alta Tensión a la de la luz sin dejar un euro
compensatorio, los ambulatorios escasean y las ambulancias llegan tarde, como
los escolares que tienen que hacer kilometradas para cumplir con su derecho a
la educación. Sobre el olvido de nuestras administraciones se superponen los
desaguisados y amenazas del imperio neoliberal europeo y mundial. La Política
Agraria Comunitaria ha propiciado, sobre todo en la España Rural Interior, un
neocaciquismo de grandes propietarios que acaparan tierra en vacíos
poblacionales, por no hablar de las amenazas de los voraces procesos de
globalización que incrementaría un apocalíptico TTIP en este ámbito:
transgénicos, fracking, explotación
de las hidroeléctricas, bancos de tierras para las multinacionales, etc.
La
solución pasa sobre el papel por una confluencia de acciones de gobierno con el
empoderamiento de la ciudadanía rural. Esa acción conjunta y solidaria blindaría
la soberanía del mundo rural frente a intereses espurios, nacionales e
internacionales. Por eso es tan importante la batalla de la soberanía
alimentaria, auténtica barricada frente a las apetencias de las transnacionales
de la alimentación, por eso hay que apostar por la agricultura y ganadería
ecológicas o los productos de proximidad, por eso hay que salvaguardar todos
los ayuntamientos, por pequeños que sean, y fomentar los concejos libres. Sobre
esa base democrática se edificará un nuevo mundo rural más libre y avanzado.
Pero eso es la teoría, porque al día de hoy los partidos políticos del régimen
ya han demostrado su ignorancia, desprecio u olvido (el PSOE aprobó la oportunísima
ley del 2007 para luego meterla en un cajón), Ciudadanos, haciendo honor a su
nombre, apenas se preocupa del medio rural y, cuando lo hace, es para
destrozarlo aún más con propuestas como la supresión de los pequeños
municipios. Todos ellos, con distintos matices, se sitúan en una lógica
neoliberal que ha hundido al campo y a los pueblos y lo seguirá haciendo. IU no
sobrevuela las buenas intenciones, solamente Podemos ha colocado la cuestión
rural en el centro del tablero, reconociendo la situación agónica, rescatando
la citada ley del 2007, asumiendo sus medidas corregidas y aumentadas. Todas
estas iniciativas de rescate rural se plantean a través de activos círculos
rurales -el 14N se reúnen en Molina de Aragón, posiblemente la comarca más
despoblada de Europa, en unas jornadas que cerrarán Errejón y Echenique- y del
Consejo Rural Estatal, compuesto por representantes autonómicos y miembros de
los círculos sectoriales.
Ahora
tenemos la ventaja de que los problemas están sobre el tapete; hay estudios e
iniciativas ciudadanas que han elaborado muchas medidas concretas y
cuantificadas para solventar la problemática rural, incluso se han hecho
estimaciones presupuestarias de cuánto costaría aplicar las medidas de la
citada ley del 2007 y el R.D. que la desarrolla; es bastante menos de lo que
les hemos prestado a los bancos a fondo perdido. Es cuestión de apostar ahora
por los ciudadanos de un mundo rural en los estertores. Si, como auguran las
encuestas, las fuerzas del cambio altersistémico quedan relegadas, la negra
nube del olvido volverá a cubrir nuestros campos y los buitres sin alma de la
globalización afilarán los dientes… Entonces habrá que volver a las trincheras
con el consuelo de que, al menos ahora, los diagnósticos y las soluciones ya
están en el aire.
Rural: diagnóstico de un desastre. El Periódico de Aragón. 27.10.2015
Admitimos el término rural
en contraposición de urbano, y como los urbanitas somos mayoría, lo asociamos
con el lugar de donde viene la leche, los pollos… la comida. De esta forma se
produce una reducción de lo rural a lo agrario aplicando el concepto de
utilidad competitiva de nuestro mundo consumista. Evidentemente la agricultura
y la ganadería, son pilares fundamentales pero no únicos, el mundo rural es
mucho más complejo que todo eso.
En segundo lugar hay que
admitir “ruralidades”: ¿Son lo mismo las vegas levantinas y mediterráneas que
los páramos leoneses? Evidentemente no, las primeras son rurales pero están
perfectamente integradas en el mundo urbano de tal forma que, muchas veces, su
forma de vida no difiere considerablemente de las ciudades más cercanas; las
segundas son, por utilizar un término suave, marginadas; eso es la España Rural
Interior, nuestro objeto de debate.
Esos espacios maltratados,
desiertos, envejecidos no son sino el resultado de una revolución industrial
que en España llegó tarde y con prisas: los grandes complejos manufactureros
necesitaban cantidades ingentes de trabajadores mientras en el campo las máquinas
dejaban sin trabajo primero a los obreros agrícolas, luego expulsaron a los
pequeños terratenientes incapaces de asumir una modernización aceptable y
finalmente a los hijos de los supervivientes en pos de unos estudios y una vida
más prometedora. Sólo quedaron los
agricultores más fuertes, solos, envejecidos, con pocas posibilidades de crear
una familia: la población femenina fue la primera que emigró ante el espanto de
verse recluida en un mundo patriarcal, cerrado, asfixiante.
Eso no es muy diferente de
lo que ocurría en el resto del mundo occidental, sólo que en otros países,
viéndolo venir, tomaron medidas, aquí no; en la España del tardofranquismo el
campo era el depositario de las esencias patrias donde convenía que todo se
mantuviera imperturbable, controlado por caciques que se erigieron en líderes de
los campesinos supervivientes: ni deseaban, ni permitieron el mínimo atisbo de
progreso.
Y en esto llegó la
democracia…y fue peor, la evidencia del peso poblacional en las elecciones se
hizo patente, los partidos buscaban el voto urbano dejando el rural en las
manos de los mismos caciques de siempre que rendían pleitesía a Madrid a cambio
de puestos de renombre. La entrada en el Mercado Común no cambió mucho las
cosas, la PAC mejoró el poder adquisitivo de los agricultores pero se
convirtió, junto a la distribución de los Fondos Estructurales, en un
instrumento perfecto de clientelismo y además aceleró la despoblación; la lucha
por controlar más hectáreas subvencionadas expulsó a los más débiles.
Los pueblos se trasformaron
en colonias de jubilados con una pequeña parte de agricultores que en muchas
ocasiones administraban sus haciendas desde la ciudad más cercana. Implacablemente
los jubilados van desapareciendo y con ellos la necesidad de servicios
públicos, son irrentables dicen; la pequeña esperanza de los neorurales o de
los emigrantes se esfumó con la crisis, nadie puede vivir en precario y sin
servicios.
A todo esto la
Administración o Administraciones a lo suyo, penalizan al mundo rural con los
mismos impuestos que al urbano; las legislaciones, restrictivas, se aplican con
una miopía imposible, intentar que un pobre tendero de pueblo cumpla las
condiciones impuestas a una gran superficie es animarle a que cierre el
negocio; y los recortes, ¡ay los recortes!, si en la ciudad son dolorosos en el pueblo son
sangrantes ¿Qué hacer cuando te quitan el único autobús que te lleva a un
centro de salud que ya funciona a medias? ¿Cuando los asistentes sociales ya no
vienen porque con el paro hay mucho trabajo en las ciudades? Sólo una cosa:
hacer la maleta e irse a casa de los hijos o a una residencia y dejar atrás el
desierto de una vida que alguna vez fue y que probablemente no será jamás.
Todo esto es obvio, casi
pueril, todo el mundo lo ve, todo el mundo lo sabe, pero hay que decirlo y enfatizar que no se trata de un problema de orden
natural sino un problema con origen político y como tal debe de tener
soluciones políticas que deben de partir de las instituciones y
administraciones. Como se repitió hasta el infinito toda crisis viene
acompañada de una oportunidad, acaso la crisis y una nueva refundación del
tejido empresarial nos podía dar ocasión de revertir la dinámica rural-urbano.
¿De verdad a una empresa le compensa situarse en los saturados polígonos
industriales de las grandes ciudades? El desarrollo de los medios de transporte
y las nuevas tecnologías nos dicen que no siempre; el problema es que ese
desarrollo debe llegar, en plano de igualdad, al mundo rural y para ello hace
falta voluntad política quitándose las orejeras del voto deseado.
Alberto Gonzalo. Arqueólogo
Blog Mundo Rural Siglo XXI. 24.9.2015
Miguel del Yukon
La política rural no existe en el horizonte
mediático ni en el debate político; está capitalizada por la problemática
urbana. Tan claro es esto que ni siquiera en el estallido del 15-M, que
denunció con ingeniosos eslóganes y consignas los principales problemas de
nuestro país, no apareció ni una sola alusión a la agonía despoblacional de la
España rural. Y eso acentúa esta condena a muerte; sin embargo, esa ausencia
clamorosa en el debate político y mediático es
perfectamente reversible si atendemos a las experiencias que estamos viviendo
en provincias donde hay plataformas ciudadanas contra la despoblación y por la
reactivación de las áreas rurales (como La Otra Guadalajara en la Comarca de
Molina de Aragón). Ellas se han preocupado de dar eco mediático a sus
problemáticas consiguiendo que, al menos en su ámbito provincial, sea bastante
conocida su causa. Esas «causas del olvido y marginalidad» generan mucha
simpatía y solidaridad entre una ciudadanía próxima que las percibe como
grandes injusticias.
Ya se ha hablado en este foro Siglo
XXI, por otros/as compañeros/as, cómo el Mundo rural es un sector estratégico y
tiene una de las mejores leyes en desarrollo rural en el cajón del olvido (Ley
45 de 2007 y su R.D 752 de 2010); hoy, quiero centrarme en la parte territorial
más natural de relacionarse de los municipios rurales en un territorio: la Comarca y quiero partir del hecho
reconocido por todos de que el problema más grave, más importante y más urgente
de solucionar se llama la despoblación
y también se ha dicho en este foro que la causa fue política y política es la
solución y, por tanto, sólo con un auténtico Plan de Desarrollo Integral por Comarca podremos empezar a ver la
luz en el túnel de nuestros pueblos.
A pesar de la situación tan dramática
que padece toda la España rural, es posible reactivarla y recuperar población
si el Estado de la nación y las CCAA toman el asunto como un auténtico deber;
es decir, como una cuestión de Estado que impela a las administraciones a
activar plenamente esta Ley de Desarrollo Rural dotándola de presupuesto
suficiente, al menos durante dos sexenios consecutivos o quizás tres, que es el
tiempo mínimo requerido para obtener resultados tangibles de recuperación. No
hay que perder de vista que nuestro despoblamiento, a diferencia del existente
en otras naciones, no se debe a imponderables extremos climáticos, orográficos
o de lejanía; nuestras áreas más despobladas están situadas, por lo general, en
el centro del país y están bien comunicadas con ciudades y poblaciones importantes;
tampoco se debe ignorar sus potencialidades en recursos naturales,
agroalimenticios, micológicos, turísticos, forestales, patrimoniales,
culturales, ictiológicos, etc. Por todo ello, poner la citada Ley a pleno
rendimiento es abrirle las puertas a la esperanza a todo el mundo rural.
Si bien es cierto que en estos años de democracia han estado
llegando a nuestro territorio una serie de fondos y de subvenciones, también es
cierto que no han tenido el resultado esperado; es más, la despoblación en el
mundo rural ha seguido aumentando y ni siquiera en los mejores años de la
llamada «bonanza nacional» y de la «cresta de la ola económica» se llegó a
vislumbrar un atisbo de cambio en la tendencia de despoblación. Estos fondos y
subvenciones han fracasado porque sólo guardaron las formas que Europa imponía;
nuestros gestores políticos desperdiciaron, una vez más, la implicación real de
la ciudadanía y, sobre todo, el trabajo colectivo comarcal, primando más las
cortas miras localistas que no iban más allá
de lo que desde un campanario se puede alcanzar a ver y creando incluso
malestar entre los propios municipios por desviar «legalmente» ayudas
graciables en función de la simpatía ideológica. En definitiva, un verdadero
fracaso desde 1991, cuando empezaron a llegar los primeros fondos europeos para
el desarrollo rural.
Hoy tenemos 105 comarcas que
representan más del 50% del territorio nacional (253.8282 km2) y con una
población de 3 millones de habitantes envejecidos en la UVI (a revitalizar).
Tipo de Comarca
|
Nº comarcas
|
Habitantes
|
Km2
|
A revitalizar
|
105
|
3.001.840
|
253.828
|
Intermedias
|
84
|
5.411.589
|
136.883
|
Periurbanas
|
30
|
2.165.852
|
35.360
|
Total
|
219
|
10.579.281
|
426.071
|
Además, añadido a todo lo expuesto
anteriormente, existe en nuestras comarcas otro elemento que nos diferencia del
resto de la Europa rural: el
envejecimiento poblacional, pues no es casual que la industria más
importante de ingresos es, sin lugar a dudas, y por encima de cualquier
actividad, las pensiones de los jubilados; y ya para rematar tenemos el estigma
cultural, producido en los años 60 y 70 del siglo pasado con decenas de
películas sobre el “cateto” del pueblo; y si añadimos un arraigo tradicional
conservador individualista de postguerra en estos territorios, llegamos a una
vulnerabilidad que va a requerir más del doble de esfuerzo que en otros
lugares; por eso debemos hacer un frente común para conseguir una cultura rural
que resalte los valores positivos que siempre han estado, pero que no hemos
sabido hacer visibles. Tenemos en nuestros territorios la mayor factoría
natural, ecológica y medioambiental de todo el país: las montañas, las sierras,
los bosques y los ríos.
-La salida sólo
será posible desde un ámbito comarcal, primero porque ésta es la demarcación
territorial natural y casi siempre histórica de relación social y cultural
entre los municipios del mundo rural, lo que implicaría una reestructuración de
la Ordenación Territorial en todas las CCAA donde no existe la comarcalización
y prescindiendo de las anticuadas y graciables Diputaciones Provinciales.
-La salida sólo
será posible con la total implicación social y política de la ciudadanía que
habita en la Comarca, creando su propia plataforma ciudadana reivindicativa y
de compromiso con sus gentes y su tierra, lo que se llama el empoderamiento de
la ciudadanía.
-La salida sólo
será posible con la elaboración y puesta en marcha de un Plan Integral Comarcal,
plenamente asumido por la ciudadanía y contagiando hasta rabiar a la política.
Un Plan Integral que sólo podrá ser transversal y participativo.
-La salida sólo
será posible con al menos dos sexenios aplicando estas políticas integrales y
con el viento totalmente a nuestro favor: restitución de la Ley de Desarrollo
Rural y su Real Decreto, una nueva ordenación del territorio por comarcas.
Desde el Círculo Celtiberia-Mundo
Rural hemos determinado unas medidas imprescindibles para un Plan Integral
Comarcal que deben basarse como mínimo en estos puntos: 1.Educación, 2.Sanidad, 3.Servicios y apoyos sociales, 4.Promoción de
la municipalidad, 5.Vivienda 6.Comunicaciones y transportes, 7.Medioambiente, 8.Apoyo
a las iniciativas productivas generadoras de desarrollo y empleo, 9.Agricultura,
10.Patrimonio y cultura, 11. Legislación.
El texto completo, necesario para
calibrar la importancia de las medidas, está en el blog de Podemos Celtiberia-Mundo Rural.
Conviene resaltar que las medidas
unilaterales o por goteo y los cursos ficticios sin destino de empleo no sirven
a estas alturas para reactivar las comarcas más deprimidas ni para recuperar
población, siendo de vital importancia aplicar en cada zona el conjunto de
medidas trasversales -planes integrales-
para mejorar la calidad de vida (servicios e infraestructuras) y crear
oportunidades suficientes que sirvan de acicate para que los jóvenes habitantes
de nuestros pueblos opten por quedarse y otros vengan a vivir aquí. Para que
las personas prefieran vivir en el mundo rural nuestros pueblos han de ofrecer
una digna calidad de vida, con la posibilidad de trabajo y vivienda. Justamente
conseguir esas condiciones básicas es la apuesta de la Ley Desarrollo
Sostenible del Medio Rural: existe cobertura legal, ahora falta la voluntad
política de aplicarla.
Quiero acabar este artículo mencionando
unas palabras de una de las personas seguramente más preparada y más
cualificada sobre el análisis, estudio y propuestas de solución a la
problemática de la llamada España Rural Interior: Jerónimo Lorente Hernández, un luchador íntegro, incombustible,
solidario y sobre todo desprendido de todo atisbo personalista, un entusiasta
de lo comarcal y de lo rural, en definitiva un colectivista. Deseo que tu salud
se recupere lo antes posible:
Evitar que la historia de nuestras
comarcas no quede sepultada para siempre bajo los escombros no es algo que les
tocara hacer a nuestros antepasados porque ellos ya cumplieron con su misión de
trabajar con la ilusión de mantener la vida de nuestros pueblos y prolongarla a
sus descendientes. Tampoco será una responsabilidad que vaya a recaer sobre los
que vengan después porque ellos ya no tendrán misión que cumplir si les dejamos
nuestros pueblos definitivamente desaparecidos. La responsabilidad de que no se
interrumpa para siempre la vida y la historia de nuestras comarcas nos incumbe
a nosotros y sólo a nosotros, a los que vivimos ahora en esta tierra y a todos
cuantos la quieren, aunque no vivan en ella. Y si nuestras comarcas se nos
mueren a pesar de haber hecho lo indecible por evitarlo, la historia nos
juzgará con respeto y como gentes dignas, aunque no hayamos podido evitar su
ocaso; pero si se nos hunden sin haberlo intentado evitar
por todos los medios, la historia nos juzgará severamente por nuestra abulia;
nos juzgará como gentes que no quisieron estar a la altura de su deber cuando
había que estarlo" (J.L.H.).
En la Celtiberia, a 12 de Septiembre
de 2015.
Miguel del Yukon
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El mundo rural, un sector estratégico
Mundo Rural siglo XXI (Público). 15.9.2015
Vivimos inmersos en una cultura urbana que lo invade todo. Lo rural es como si no existiera. Pero junto con esa España moderna y urbanita existe otra olvidada, rural, con un gran potencial agrícola, forestal, cultural, patrimonial y social que se debate entre el ser y no ser y a la que no se puede esconder ni silenciar por más tiempo.
El Gobierno, consciente de que había desajustes territoriales que había que paliar, comenzó en los años noventa a destinar Fondos de Compensación Interterritorial a las CCAA, pero la falta de políticas de Estado y de fiscalización de esos fondos ha favorecido que los desequilibrios aumenten, siendo en la actualidad prácticamente inviable la vida en la “periferia interior” (no hay servicios básicos, no hay infraestructuras, no se protege el patrimonio cultural y natural, no hay creación de empleo en actividades productivas, de transformación o servicios). El éxodo se ha convertido en el mal endémico de muchas de nuestras comarcas, convertidas en verdaderos desiertos demográficos (densidades por debajo de los 8 hab/km2, población envejecida con problemas de dependencia), lo cual parece imposibilitar la recuperación de las estructuras mínimas.
En este contexto surgen movimientos sociales y plataformas contra la despoblación como herramienta para el empoderamiento ciudadano, y los diversos sectores relacionados con el medio rural se ponen a trabajar en la elaboración de propuestas sensatas para nuestros políticos, con el fin de llegar a revertir –no sin esfuerzo- la situación de la España Rural, o deberíamos decir sencillamente de España. No se trata de que al campo lleguen ayudas, estatales o comunitarias, o parches que justifiquen una mínima sensibilidad política, como quien da una limosna en la puerta de una iglesia. Se trata de que se reconozca el derecho de un pueblo a existir, a reivindicarse como depositario de un saber ancestral y cultural que fue la identidad del país hasta hace sólo 50 años. En ningún otro país la modernidad riñe con la identidad rural, en ningún otro se plantea desmantelar el Medio Rural –desproteger sus recursos, abandonar su capacidad productiva, eliminar su representatividad política- sino fortalecerlo y ponerlo en la vanguardia, tomarlo como eje estratégico del Estado.
Plantear estas cuestiones de empoderamiento rural es imposible sin abrir serios debates sobre instituciones del Estado que nos llevarían inevitablemente a un nuevo “proceso constituyente”, ya que la mala gestión y el despilfarro de fondos no viene de los municipios pequeños como se nos quiere hacer creer, sino de las instituciones que el bipartidismo ha pervertido en su continuado ejercicio del poder y afectan directamente a la situación de desatención actual del Medio Rural. Existen tres niveles de Administración pública por los que hay que apostar: El Estado, las CCAA y los Ayuntamientos y a los que exigir soluciones como ciudadanos. Las Diputaciones, con elección no directamente democrática, fagocitan e intentan suplantar la soberanía municipal que reconoce la Constitución Española y la Ley de Régimen Local a los Ayuntamientos. Hace años que dejó de dar un servicio público de apoyo a lo local para convertirse en un instrumento de poder autonómico, extrapolitizado y de dudoso valor añadido. El Senado, que se ideó como cámara de representación territorial, es a día de hoy un organismo inútil en el que los partidos mayoritarios colocan–mediante la cuota autonómica, que no mediante elecciones- a políticos que los ciudadanos jubilan y cuando hay que votar lo hacen con disciplina de partido y no por intereses del territorio.
En esta línea de reconocimiento y emancipación del Campo y de los Pueblos tienen que ir las políticas, concebidas como un marco para la diversidad de nuestras regiones hispanas que permita la regeneración sostenible en cada lugar atendiendo a su propia idiosincrasia. No hay fórmulas magistrales, no hay que inventar nada, sino aplicar la ley vigente y exigir responsabilidad al partido que gobierne. No se requiere mayor presupuesto de la AGE (administración general del Estado) ni de las CCAA, sino sentido común y estrategia de Estado: Mejores repartos económicos y de competencias, menor dependencia de las coyunturas partidistas, mayor amplitud de miras como país hacia Europa. Entendemos el Medio Rural no como problema o rémora de la sociedad –urbanita- española del siglo XXI, sino como solución a buena parte de su problemática actual. Las acciones políticas para el Medio Rural han de tener una doble vertiente: por un lado específicas (medidas legislativas), y por otro transversales porque afectan a toda la sociedad en su conjunto. En la mayoría de los casos es simplemente reconocer la igualdad de derechos (acceso a sanidad, educación, servicios), en otros es la protección de los recursos productivos para la generación de empleo (ganadería, agricultura, silvicultura, gestión de montes, patrimonio, cultura) y en otros se relacionan con la transformación y el valor añadido. Para una buena implementación de estas medidas, deberían reconocerse en las áreas de Sanidad, Educación, Dependencia, Vivienda, Cultura, Medio Ambiente, Ordenación del Territorio, Soberanía Alimentaria, Garantías democráticas, etc…
CONSIDERACIONES SOBRE EL MEDIO RURAL. El Medio Rural ocupa el 90% del territorio estatal, y representa el 20-35% de la población española. Así pues, la mayor concentración demográfica del país se distribuye en las grandes ciudades y en la zona del litoral Mediterráneo. En el resto del Estado, nos encontramos con una densidad de población extremadamente baja y cada vez más envejecida, y un crecimiento vegetativo negativo desde los años 50 del siglo pasado. Históricamente, se ha atribuido este crecimiento vegetativo negativo en las áreas rurales a la problemática de la orografía y la climatología pero, aunque esto se pueda aplicar a ciertas zonas muy concretas, lo cierto es que este paulatino abandono del campo por parte de la población se debe más a la voluntad política que a otras cosas.
Desde finales de la década de los ochenta Europa ha intentado potenciar políticas de desarrollo rural sostenible para mejorar la calidad de vida de los habitantes de las zonas rurales e invertir este decrecimiento y el envejecimiento de su población. Dichas políticas se plasmaron en documentos oficiales, como el Libro Blanco del Informe sobre el Futuro del Mundo Rural (1988), la Declaración Final de la Conferencia de Cork (1996), o la Estrategia Territorial Europea (1999). E incluso se ha intentado hacer frente a esta situación a través de la Reforma de la PAC de 2003, creando un segundo pilar de ayudas destinadas al Desarrollo Rural y fomentando los principios de flexibilidad, descentralización, subsidiariedad y simplificación operativa, pero lo cierto es que la voluntad de los Gobiernos estatales que lo han tenido que implementar ha sido escasa, por no decir nula. Más sangrante todavía es saber que hemos tenido legislación a nivel estatal de gran calidad para implementar políticas beneficiosas para el Mundo Rural, pero o nunca han llegado a aprobarse, o han caído en el olvido, o han sido derogadas, como el Libro Blanco para la Reforma del Gobierno Local (2005), la Ley 45/2007, de 13 de diciembre, para el Desarrollo Sostenible del Medio Rural, o el Real Decreto 752/2010, de 4 de junio, que aprueba el primer programa de Desarrollo Rural Sostenible para el periodo 2010-2014. Todos ellos documentos que buscaban un giro de 180º para revertir la cada vez más insostenible situación de la gente que habita esas zonas y que se traduce en una calidad de vida cada vez menor, una falta abrumadora de servicios básicos, y una carencia absoluta de posibilidades de futuro. Todos esos documentos están cogiendo polvo en un cajón por culpa de la voluntad política: pocos votos hay para ganar en las zonas rurales y además están demasiado dispersos como para hacer el esfuerzo.
España necesita dotarse de una legislación adecuada para el fomento del desarrollo de su Medio Rural, que ha de tener como referente las políticas comunes europeas y las orientaciones comunitarias, como la Estrategia de Lisboa de 2000 en relación con el empleo y la competitividad o la Declaración de Gotemburgo de 2001 en relación con el logro de un desarrollo sostenible. Pero, al mismo tiempo, es necesario establecer una política rural propia, plenamente adaptada a nuestras condiciones económicas, sociales y medioambientales particulares. El Estado debe plantear herramientas marco para atender la diversidad rural existente en España, y favorecer que las áreas rurales desarrollen sus propias estrategias de mejora para su supervivencia.
La política en el pasado desmanteló y despobló España Interior y solo la política de hoy puede volver a hacer la vida digna en nuestros territorios y mirar al Mundo Rural como un sector estratégico para el país, nuestras sierras con sus bosques son nacederos de agua y bienes de interés vital, factorías de oxígeno, vida, lluvia, sumideros de dióxido de carbono y depositarios de la cultura tradicional.
Marta Chordá Pérez y Diana Sánchez Gracia